Hay que ser absolutamente moderno

Discotraxx

with 2 comments

Ahora sí. Esta es, definitivamente, la última entrada de este efímero blog.

A partir de ahora podéis encontrarme aquí.

Discotraxx

Hasta pronto.

Written by juan*

lunes, 26 May 2008, 4:25 am at 4:25 am

Publicado en Uncategorized

4 minutos

with 8 comments

A estas alturas ya todo el mundo habrá escuchado/visto el nuevo single de Madonna, pero me daba bastante pereza lo de que se hubiese pasado al R&B. Creo que de ese estilo me gustan 1 de cada 100 canciones (un «Crazy In Love», un «Umbrella», esas cosas»), o algo así, por lo cual no suelo estar especialmente receptivo. Pero, claro, se me olvidaba ese don que tiene Madonna para convertir en brillante lo que en manos de otros se queda en mediocre, y he vuelto a caer.

Salvo el vídeo, que lo veo bastante normalito (aunque ella está muy guapa y ambos bailan muy bien), y la manía esa de los raperos de decir cuatro tonterías al principio (que nunca he llegado a entender), no encuentro más objeciones que hacerle a «4 minutes». A ver si el resto del álbum me hace olvidar lo poquito que me gustó Confessions On A Dancefloor, lo más flojo de Madonna en muchos años.

Written by juan*

martes, 8 abril 2008, 1:41 am at 1:41 am

Publicado en General

Canciones de temporada

with 5 comments

Algunas de las canciones que más escucho últimamente:

Crystal Castles «Alice Practice»
Lo que me gusta a mí un hype. Me aferré en su día a Klaxons y The Teenagers (aunque quitando «Homecoming» no encuentro mucho más que rascar), y ahora no tengo ningún inconveniente en dejarme seducir por la maraña electrónica creada por Ethan Kath para envolver los berridos de la cantante Alice Glass. Sí, la canción llevaba dando vueltas por ahí desde hace más de dos años, pero ¿importa eso realmente?

Sébastien Tellier «Divine»
Es una cosa muy española: si alguien está ahogándose en el río, hundámosle más la cabeza para acabar con él de una vez. O también: como el festival de Eurovisión nos parece una mierda, votemos también a una canción de mierda (ah, no, que es superdivertida, perdón) para convertirlo de una vez por todas en una cloaca y que desaparezca de nuestras vidas, porque, en vez de ignorar algo que no nos gusta y disfrutar de nuestras eruditas aficiones, lo dicho, preferimos meter un palito en el ojo. El perro del hortelano, así nos va. Pues nada, lo de La Casa Azul no pudo ser, pero los franceses han preferido tomárselo más en serio este año y mandan un temazo de Sebastién Tellier producido por uno de los insignes Daft Punk. Pues que ganen, a pesar de lo de los camiones de fruta (que nadie ose tomarse esto último en serio).

Portishead «Machine Gun»
Qué miedito lo de un nuevo disco de Portishead después de once años de silencio. Sobraban precedentes de descalabros como para no tener al menos una ceja levantada. No me atrevo a emitir todavía un veredicto sobre el álbum porque no lo he escuchado lo suficiente, pero se agradece que suene como un disco de 2008 y que no hayan caído en la autocomplacencia. La atronadora base de «Machine Gun» me desconcertó en un principio, pero la canción me gusta cada día más. Y yo sé de uno que los va a ver en el Primavera Sound.

Ladytron «Black Cat»
Ladytron son claramente uno de mis grupos favoritos. Reconozco que su anterior álbum, Witching Hour, no me pareció en un principio gran cosa más allá de la impresionante «Destroy Everything You Touch», pero acabó resultando una obra maestra sin paliativos. Este «Black Cat» es lo primero que han dado a conocer de su nuevo disco, Velocifero (¡gran titulo!), y parece seguir la misma línea de aquel. Por mí, perfecto. Uno de esos temas electrónicamente oscuros (u oscuramente electrónicos) marca de la casa, con esa aparente monotonía que se convierte en arrebatadora.

Written by juan*

jueves, 3 abril 2008, 11:22 pm at 11:22 pm

Publicado en General

Te quiero, la culpa es mía

with 9 comments

Cuando estaba en el segundo o tercer año de mi carrera, no solía ir demasiado a clase. En lugar de eso, prefería acercarme a la vecina facultad de Económicas y Empresariales a aprender todos los juegos imaginables de cartas o a tomar café en el bar de la mía o en uno que estaba al lado. Normalmente éramos un grupo de cuatro o cinco personas las que nos reuníamos para este tipo de actividades lúdicas o tertulias informales, pero llegó un momento en que a algunos se les dio por abandonar la universidad o, por el contrario, a asistir más a clase para intentar maquillar un poco los resultados académicos (curiosamente, y a pesar de mis pellas, los míos nunca fueron excesivamente malos). Total, que durante una temporada, unos dos meses, el grupo se redujo a dos: una chica, a la que llamaré Marta, y yo.

Marta era bajita, no excesivamente guapa, muy simpática y una excelente estudiante. Coincidía, además, que en los exámenes en los que nos colocaban por orden alfabético nos tocaba sentarnos juntos. Un día teníamos un parcial de literatura para el que yo no había estudiado nada (y cuando digo nada quiero decir que ni siquiera me había preocupado por conseguir unos apuntes) al que no tenía pensado presentarme. Ella me animó a hacerlo, diciéndome que me dejaría copiar si quería, que al menos lo intentara. Al principio me opuse, pero logró convencerme. Entre que ella dominaba al dedillo la materia, que no había excesiva vigilancia por parte del profesor y que yo sí tenía una cierta habilidad para parafrasear sin que ambos exámenes parecieran fotocopias, el resultado fue sorprendente: ella sacó un 9,75 y yo un 7. Un 7 en una asignatura en la que ambos parciales hacían media exacta, con lo cual en febrero la había aprobado virtualmente sin haber tocado un libro.

Pero esto es solo una anécdota menor (o tal vez no). El caso es que, como digo, Marta me acompañaba frecuentemente a las ingestas masivas de cafeína mientras hablábamos de nuestras cosas. Para ser sincero, no recuerdo con claridad ninguna de esas conversaciones, excepto una: ella me estaba contando que no le gustaba la gente que desviaba la mirada cuando le estaban hablando, y yo le dije que a mí me sucedía lo mismo. Le propuse, como inocente y estúpido juego, que nos quedáramos mirándonos fijamente el uno al otro, y que perdería aquel que primero apartara la vista. Estuvimos así durante un tiempo indeterminado, pero suficiente como para darme cuenta de que sus ojos iban adoptando una expresión de lo que yo interpreté como deseo. Mis sospechas se confirmaron cuando, todavía con la mirada fija, dijo una palabra que me dejó paralizado: «Bésame».

No supe muy bien como reaccionar, y menos cuando añadió: «Estoy enamorada de ti desde el primer día que te vi» (pues eso, unos dos o tres años antes), y luego: «Si ahora mismo me pidieras que me casara contigo, te diría que sí». «Lo siento, Marta, pero no me gustas», le dije, que aún hoy no sé si fue o no lo más apropiado, pero en ese momento me lo pareció. Me pidió explicaciones, casi me suplicó que lo intentara, al menos, y la situación se hizo casi insostenible hasta que acabe diciéndole que la razón principal por la que aquello era imposible era una que yo había dado por sentado que ella sabía: que a mí me gustaban los chicos. Lo peor de todo es que no me creyó, y se lo tomó como una vil y cobarde excusa para justificar mi rechazo.

Aquel día llegué a casa hecho polvo, muy nervioso y agotado, como si hubiera recorrido corriendo los 25 kilómetros que separaban la facultad y el pueblo donde yo vivía. Lo más perturbador para mí era el hecho de que Marta llevara tanto tiempo sintiendo eso por mí, que yo pudiera significar tanto para otra persona, que hubiera estado callada esperando a que yo diera algún tipo de paso o señal. A partir de entonces, se acabaron los cafés y nos fuimos distanciando poco a poco, hasta que nuestra relación se limitó a decirnos hola y adiós. Cuando acabé la carrera, nunca supe nada más de ella. Hace un rato, buscando su nombre en Google, he descubierto que llegó a publicar un libro en la editorial universitaria, a medias con otras tres personas, probablemente un trabajo de doctorado. Es un ensayo sobre «El guardián entre el centeno» de Salinger.

He pasado muchas veces, tal vez demasiadas, por la experiencia de no gustarle a alguien de quien he estado enamorado, y es uno de los dolores más grandes que existen, pero también he aprendido a ponerme en el lugar del otro. No poder corresponder a quien te ama también te puede romper el corazón.

Written by juan*

jueves, 3 abril 2008, 3:08 am at 3:08 am

Publicado en General

La descontextualización del arte

with 5 comments

Así se puede resumir la actuación, por llamarla de alguna forma, de Chimo Bayo el sábado pasado en el Elástico. Unas cuantas canciones pregrabadas compuestas en un momento de inspiración, y los consabidos «ju-jas» acompañados de eslóganes de discoteca de pueblo («¡Ahora vamos a llegar hasta el paraíso!»), fueron más que suficientes para meterse en el bolsillo a todos los modernos, teóricamente ajenos al bakalao de principios de los 90. Incluso a La China Patino, Vanexxa o Johann Wald (cómo no), allí presentes y, por una noche, makineros como los que más. Un triunfo (y que le/nos quiten lo bailado).

El día anterior, la sesión de Nacho Canut y Mario Vaquerizo atrajo también a no pocos famosos (David Delfín, Bimba Bosé, Roberta Marrero y un montón más de caras de esas que te suenan de algún indeterminado MySpace o Fotolog…) al Ochoymedio. Ofreció sobre todo techno el primero y petardadas el segundo, en una noche que empezó muy divertida pero que fue torciéndose por circunstancias más personales, y terminó con la impotencia de poder ofrecer tan solo consuelo y cariño. Pero mucho de las dos cosas.

Written by juan*

martes, 4 marzo 2008, 4:37 pm at 4:37 pm

Publicado en General

Un día perfecto, Elise

with 6 comments

(Publicado originalmente en junio de 2005 en… cualquier otra parte).

Tengo un amigo que trabajaba en French Connection, una cadena de tiendas de ropa. Un día, cuando iba a empezar su turno, vio como, en una de las cajas, uno de sus compañeros estaba atendiendo a una mujer cuya cara le resultó familiar. Tras unos instantes de desconcierto, la reconoció: era PJ Harvey, de la que mi amigo es un gran fan. Ella pagó y se fue. Mi amigo, nervioso, pero decidido, salió detrás, y, gritando “¡Polly Jean, Polly Jean!”, la detuvo justo antes de que entrara en los grandes almacenes Selfridges, al otro lado de la calle. Él le dijo que era un gran admirador de su música y de su personalidad, y le pidió un autógrafo. Ella, muy sinceramente agradecida, se lo firmó.

Cuando mi amigo volvió a su tienda, habló con su compañero, el que la había atendido. Éste no sabía quién era PJ Harvey, pero le dijo que cuando, por educación, la había saludado y le había preguntado qué tal estaba, ella le había contestado que se había levantado un poco triste y que por eso había salido a comprarse dos jerseys de color rosa.

Written by juan*

miércoles, 27 febrero 2008, 2:49 am at 2:49 am

Publicado en General

Mil dolores pequeños

with 4 comments

Una de las cosas que más odio de los blogs (y yo soy el primero que lo he hecho) es cuando una entrada comienza: «Llevo mucho tiempo sin actualizar, pero es que…», etc. Una vez aclarado este asunto, y que esto no es un diario, que conste que es la última vez que lo mencionaré.

Lo más destacado del fin de semana, lo imposible que era estar mínimamente holgado en el Elástico, en el que estuve hablando un buen rato con Eric Jiménez (Los Planetas, Lagartija Nick). Ni siquiera lo había reconocido, pero, sin venir a cuento, me invitó a un cigarro y luego se puso a charlar con una amiga mía, que me lo presentó. Contó alguna divertida e irreproducible (por malvada) anécdota sobre J, y me hizo gracia sentirme un poco protagonista de «Un buen día», cuando dice lo de «He estado con Eric hasta las 6…», pero sin la parte de las rayas.

Intento estar creativo, haciendo alguna cosita musical; he terminado el libro de Spanbauer (Ahora es el momento, muy bueno pero no mejor que El hombre que se enamoró de la luna), he visto La soledad (me gustó bastante, pero no muchísimo), No Country For Old Men (definitivamente, los Coen y yo, salvo excepciones, no nos llevamos bien, y Bardem está muy brillante, pero no estratosférico) y la primera media hora de Inland Empire, que me pareció extraordinaria (Lynch y yo sí estamos en la misma longitud de onda, por mucho que aquellos que no lo entienden piensen que ser fan suyo es una pose, um, moderna).

Musicalmente, nada nuevo lo suficientemente impactante como para ser reseñado. Mucho Astrud, y me ha dado también por un cierto revival de Vengaboys, que es un grupo que con el tiempo será reinvindicado y volverá a ponerse de moda, y yo me alegraré. No busquéis estadísticas en mi Last.fm, funciona cuando le da la gana, y con el iPod, nunca.

Físicamente, lo que dice el título, pequeños achaques, nada de importancia, pero ya tengo ganas de levantarme un día y que no me duela nada.

Anímicamente, estable. Días mejor, días peor. Lo normal, supongo. Dudas y temores que me asaltan al meterme en cama y que al día siguiente han desaparecido, y preocupaciones que lo dejan de ser por arte de magia.

Dos viajes con la empresa en el horizonte: uno en abril, a Sevilla; otro en junio (creo) sin destino fijo todavía (pero casi seguro europeo). Indecisión sobre Semana Santa. En mi casa todo el mundo se va, yo aún me lo estoy pensando.

Siempre me ha encantado este título: Tu nombre envenena mis sueños. Lo he vivido tantas veces…

Written by juan*

jueves, 21 febrero 2008, 2:52 am at 2:52 am

Publicado en General

Persona en construcción

with 4 comments

Suelo andarme siempre con pies de plomo a la hora de expresar una preocupación, contar un problema o hacer alguna pregunta que considero que sobrepasa los límites de la intimidad que yo debería conocer, incluso si es con un amigo.

Cuando lo hago, intento elegir cuidadosamente las palabras, y un vértigo me recorre por dentro esperando una respuesta. Creo que ese es mi fallo, porque lo que yo quiero que suene de un modo natural alcanza un aspecto de trascendentalidad que es contrariamente el efecto contrario al que yo persigo. Y eso tira muchas veces para atrás a la gente, y provoca un espontáneo blindaje en el otro que me hace desear no haber abierto la boca.

Ser sincero del todo con alguien es muy difícil, yo diría que imposible. Siempre he tenido la esperanza de tener a alguien con quien poder compartirlo todo, pero parece evidente que los unos y los otros siempre se acaban guardando una parcela en la que es del todo imposible entrar. Muchos consideran que esa es una parcela necesaria, que nadie debería ser completamente transparente, pero a mí me gustaría conseguir atravesar algún día esa barrera, aunque sea como experimento y para darme cuenta de que eso tampoco funcionaría.

Aun así, probablemente soy el primero en guardarse sentimientos íntimos para mí mismo, pero, en mi caso, probablemente sea para lo que he dicho al principio, para no herir sensibilidades y para no perder lo que, pudiendo estar mejor, está muy bien.

Que sí, que tengo que trankimizarme.

Written by juan*

miércoles, 13 febrero 2008, 2:55 am at 2:55 am

Publicado en General

Tenemos toda la noche

with 4 comments

Ay, otra vez. Ya debería estar durmiendo desde hace un buen rato, porque he llegado de Barcelona destrozadito, pero es lo que tiene estar un par de días sin apenas visitar internet: un montón de emails y el Google Reader echando humo, así que he estado poniéndome al día.

El viernes tenía pensado no salir para llegar con fuerzas y despejado, pero, claro, a estas alturas ya debería conocerme un poco mejor. A las 11 de la noche ya me di cuenta de que no solo iba a salir, sino que además la noche se iba a alargar bastante. Hasta las 6, nada menos. Llegué al aeropuerto bastante aturdido, y fue entrar en el avión, cerrar los ojos y volverlos a abrir cuando ya estábamos aterrizando. Y luego un par de horas de siesta en casa de mi amiga Manu, para recuperarme un poco.

Tras un paseo vespertino (en el que avistamos a Evripidis) estuvimos tomando un par de cócteles en el Flamingo’s y ya nos fuimos directamente al Razzmatazz, que, no sé si será por la novedad (era la segunda vez que iba), pero es un sitio que mencanta, y no me molesta en absoluto la mezcla de gente de gustos y aspectos distintos que provoca el hecho de que haya cinco salas de ambientes tan diferentes.

Pasaron bastantes cosas:

– Cuando llegamos al Pop Bar (la sala en la que estuvimos toda la noche) estaba pinchando Javi Buenavista, pero apenas pude escuchar 3 o 4 canciones.

– Y es que ya empezaba el concierto de Hidrogenesse, que fue apoteósico. Empezaron diciendo «Somos Bloc Party y vamos a tocar los temas de nuestro primer disco que se llama ‘Bloc Party'». Pero no, Hidrogenesse no son Bloc Party, son mucho mejores que Bloc Party. A pesar de la brevedad (unos 45 minutos), tocaron muchas de Animalitos, y otras como «No hay nada más triste que lo tuyo», «Así se baila el siglo XX», «És odiós quan els amics triomfen», «A-68», «Vamos a salir del siglo», «He vuelto» o «Vuelve conmigo a Italia». El final, con «Disfraz de tigre», genial, con la gente completamente entregada. Creo que ya puedo decir que en estos momentos no hay ninguna canción en el mundo o de cualquier época que me guste más que esa. Por cierto, viendo el concierto justo detrás de mí estaba Manolo Astrud (y acompañante femenina)

– Después del concierto me presentaron a Carlos Ballesteros, el cantante, y estuvimos charlando un ratillo, sobre todo de Bestiola, el disco que publicarán dentro de poco, y de la anécdota de que perdí en una apuesta la camiseta de Animalitos que había comprado. Mientras, Genís se dedicaba a mandar mensajes con el móvil.

– Llegó el turno de los chicos de Jenesaispop, que celebraban su segundo aniversario y pincharon muy bien y muy divertido. Hablé un rato con Supervago (que me contó lo del incendio de Camden, que yo todavía no sabía), con Farala y saludé brevemente a Piscu.

– Aparte de eso, me encontré con un ex compañero de trabajo de Londres, al que no veía desde entonces, y, por circunstancias, no se produjo el previsto encuentro con un lector de este blog que firma como Ready for the floor. Una lástima.

El domingo dormí unas ocho horas, que fueron bastante reparadoras, y quedé con Nacho, en principio para dar una vuelta por el Raval. Pero, claro, unas cervezas y unos mojitos acabaron liándonos, y acabamos saliendo hasta las 4 de la mañana, aunque no había mucha gente en ningún local. Estuvimos por sitios más ambientales, como La Penúltima (era la fiesta de presentación, aunque nosotros no lo sabíamos, de, oh, otra revista de tendencias), Las guindas, La Bata de Boatiné, el Burdel y acabamos en la Metro, una discoteca en la que nos habían dicho que sí iba a haber gente. Mucha no había, la verdad, pero fue muy divertido, con sendas actuaciones de una transexual que hacía playbacks y un stripper con muchas dotes para su trabajo. Acabé yéndome a casa en taxi, con un taxista zamorano muy simpático, pero un poco despistado, que no tenía ni idea de dónde estaba la calle a la que tenía que ir.

Otra vez de resaca en el avión, esta vez sin poder dormir por culpa de una niña de 2 o 3 años que iba en el asiento de al lado y era una de las cosas más inquietas que he visto jamás. No paraba de moverse, de apoyarse en mí y de darme pataditas. Y así no hay quien duerma. La madre, que iba en el asiento del pasillo, o no se enteraba o se hacía la loca, y en un momento hasta acabé poniéndole cara de malo a la niña para ver si me dejaba un poquito en paz. Pero ni con esas. O será que no sé poner cara de malo.

Un fugaz paso por casa, y a trabajar, pero solo cuatro horas, porque me había pedido medio día libre.

Me gusta mucho Barcelona, y me he prometido ir más a menudo. A ver qué tal los precios del AVE, que viene, que viene…

Written by juan*

martes, 12 febrero 2008, 4:29 am at 4:29 am

Publicado en General

Esperando a Supermán

with 10 comments

Felicidad, infelicidad, felicidad, infelicidad, felicidad…

Y un reloj haciendo tic tac, imparable.

Esperar a ver qué nos deparará el futuro, qué será de mí, de ti, de nosotros. «Con el tiempo olvidarás», dicen. Qué patraña una vida que consiste siempre más en olvidar que en recordar, o que en vivir.

La vida es eso que pasa mientras hacemos planes de futuro. Cada día más.

El insoportable, pero inevitable, afán de protección. Callarse por no hacer daño a los demás es una de las peores formas de masoquismo. Masoquismo exacerbado que conduce a la autodestrucción personal, al vacío. Por aprecio, amistad, cariño, amor, la causa da igual.

No poder evitar pensar si la vida es una situación quid pro quo o si siempre ha de haber un perdedor, si realmente por lo que se da se acaba recibiendo algo a cambio o todo es una farsa.

Segundo premio.

Preguntas sin respuestas. Cosas incomprensibles que nadie es capaz de explicar, ni siquiera de hacer una conjetura con sentido. Todo acaba por demostrarse mentira. Porque somos mentirosos. Porque decimos una cosa y pensamos otra, todo el rato. Todos lo sabemos y no nos esforzamos en disimularlo.

Por eso nunca estamos seguros de si lo que nos están diciendo es verdad, o si todo consiste en fingir. Queremos creérnoslo, todos los indicios apuntan a que el discurso es sincero, pero al mismo tiempo pensamos: «Eso lo dije yo una vez, y no era cierto».

Sopesar la posibilidad de dejarlo todo atrás, por doloroso que sea. Irse a otra casa, a otra ciudad, a otro país, o a un lugar solitario, donde estar así, completamente solo, sin poder interaccionar y siendo inmunes a toda clase de influencia humana. Y tal vez volverse definitivamente loco.

Decidir qué es lo mejor: épocas de sedación (de felicidad impostada) o épocas de electroshock (de felicidad/infelicidad real). O siempre las dos. Subir es la hostia, al bajar te la metes

I lost my faith in manhood. Pretty boys make graves.

Written by juan*

viernes, 8 febrero 2008, 2:25 am at 2:25 am

Publicado en General